Señor Bitar
Corría el año 2005 y su jefe, el presidente de la República -al que iban a llamar después “Rey Lagos”- se enfrentaba a las protestas de los estudiantes universitarios de la CONFECH. ¿El motivo? La promulgación del Crédito con Aval del Estado (CAE). Usted era el Ministro de Educación. De lo que recuerdo, nunca nos dieron una tribuna para decirles nuestros argumentos en la protesta. Nunca nos ofrecieron ningún espacio televisado y abierto, en vivo, para plantear nuestros reparos a la ley que usted ayudó a promulgar. Estos reparos eran simples: no se puede subsidiar a la banca con dineros públicos con la excusa de la igualdad de oportunidades. Simples y contundentes. Ustedes en el gobierno, sin embargo, nos trataron de egoístas, de poco solidarios con los estudiantes de las privadas. Y, por supuesto, nos reprimieron con esa soberbia típica de la que ostentaron mientras fueron gobierno. Nos acallaron e hicieron su política igual, entre las cuatro paredes de quizás dónde. Le regalaron un negocio a los bancos. Un negocio suculento que implica el flujo de enormes cantidades del erario público para asegurarle al banco el ‘riesgo’ de educar pobres. Con la excusa de que ‘todos tienen que estudiar’ ahora muchos vivirán como esclavos de esas deudas, al mismo tiempo que ‘disfrutarán’ de trabajos precarios con los que jamás podrán consumir como tanto especulan los economistas afines a sus ideas. Su crédito tan publicitado debería llamarse ahora “Esclavitud con Aval del Estado.” Y más encima con fondos públicos.
El lunes 22 de agosto lo vi en un debate con un dirigente estudiantil. Se le notó mal, desenfocado y enojado. Debo decirle que no le vi la energía que desplegó cuando nos mandó (usted o su gobierno) a reprimir hace seis años. O al menos cuando nos trataba de egoístas en los medios, junto a todo ese grupo de concertacionistas oportunistas que hoy desesperados se suben al carro de la demanda estudiantil, rogando por un poco de oxígeno de la calle, que tanto denostaron con su actitud. Su temple incluso se desdibujó cuando por fin se enfrentó a un joven honesto – Francisco Figueroa-, un dirigente formado durante la decadencia de su coalición de gobierno, que le dijo en su cara lo que muchos están (estamos) pensando. Usted en su arrebato defensivo incluso sacó a relucir, como muchos de los que son parte de ese desteñido arcoíris, sus credenciales democráticas. Nos saca en cara sus cicatrices de la dictadura como si ello disculpara su aporte inmenso a la desigualdad de este país. Su aporte a que hoy tengamos este clima de segregación, con educación para pobres y educación para ricos, con deudas para pobres y consumo despreocupado para ricos. Estaba tan enfadado que casi se le arrancó un insulto a mi amigo Pancho. Le quería decir ‘pendejo,’ pero se acordó que estaba en la tele y lo llamó ‘niño’.
Usted demostró esa soberbia típica de una clase política que se niega a aceptar que han creado un sistema en que se equivocaron. No. Usted encuentra que lo importante es que el sistema creció. Es como si hubiésemos detectado un tumor cancerígeno y usted, en vez de escuchar a quien lo diagnosticaba para tomar alguna medida de reparo a tiempo, lo hubiese dejado ser y crecer. Hoy ese tumor es un cáncer con metástasis. Y usted se siente orgulloso de ello.
Pero, ¿sabe algo? Creo que no estoy solo cuando digo que disfruté su intervención. O más bien, disfruté que le dijeran en su cara lo que muchos le queremos decir a la clase política. Por supuesto, algo que usted no está dispuesto a reconocer, pues su arrogancia es más grande. Me pareció como el final de una película en que a uno le cae bien el protagonista, y justo comienzan a ganar los buenos que lo acompañan. Usted, claro, no me parece del club de los que ganan en la película, sino que es del club que en la realidad ha hecho ganar a los mismos de siempre, usando a los pobres como excusa. Usted, quiéralo o no, ya representa algo que no queremos más. Usted mismo dijo, cuando sacó a relucir su supuesta altura moral, que se ha dedicado a la política toda su vida. Es justamente eso lo que nos molesta a muchos. Esa especie de credencialismo democrático que muchos consideramos como un título añejo y dispensable, pues el sistema no da el ancho. Y acá no se trata de no reconocer la experiencia. Se trata de que sean críticos con sus acciones como políticos. Pero eso mismo ustedes no lo entienden. No lo entiende usted que fue ministro, no lo entienden sus camaradas, y no lo entienden los que gobiernan hoy en día designando senadores. Ustedes son los que están perdiendo, y cada vez más demuestran que no saben hacerlo.
Que tenga usted un buen pasar, pues con el sistema de esclavitud a los bancos que usted proclamó para muchos, un buen pasar ya es un lujo.
gentileza : ivan salinas
martes, 23 de agosto de 2011
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